La Clave del Cémbalo

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Giró el picaporte con la delicadeza de un profesional, y en puntas de pie se dirigió a un salón que reposaba en penumbras.

Nadie podría verlo. Sería tan rápido como un guepardo y más silencioso que un okapi en una selva africana de mamíferos depredadores.

Se deshizo de los guantes, y con mucho sigilo se aproximó hacia su tesoro como quien busca atrapar a una mosca con una de sus manos.

Sabía lo que quería. Estaba allí, esperando por él, dentro de un armario que por entonces se asemejaba a una caja fuerte rellena por lingotes de oro.

Alumbró el camino con una pequeña vela, y tomando un palo angosto lo hundió por entre las rendijas, hasta alcanzar su objetivo.

La luna y el frío fueron testigos de su último robo.

—Creo que escuché algo.

—¿Estás segura? —su mujer asintió con la cabeza, mientras se tapaba la boca, haciendo un bollo con la sábana.

El buen esposo se calzó la bata y, atenazando un candil, enfiló hacia el lugar del cual supuso debían provenir aquellos ruidos.

Para entonces, el intruso —quien ya se había hecho con el botín— se encontraba debajo de la mesa convirtiendo el suelo en un escritorio de estudio.

La idea era sencillamente perfecta. Haría su trabajo, devolvería el tesoro y se marcharía, sin dejar una sola huella.

Pero sus intenciones de escape quedaron confinadas al olvido cuando su padre encendió una lámpara de aceite y lo encontró sobre el suelo, transcribiendo las notas de una pieza de Monteverdi.

Su nombre era el de Johann Sebastian Bach y había nacido el 21 de Marzo de 1685 según los registros del calendario juliano.

Ganó fama en toda Europa como clavecinista y organista, sin dejar de lado su talento con la viola de gamba y el violín.

Entre sus obras más importantes se destacan “El Clave Bien Temperado”, “La Pasión Según San Mateo”, “La Ofrenda Musical”, “Las Variaciones Goldberg”, “La Tocata y Fuga en re menor” y “Las Suites Orquestales”, entre otras.

Miembro de una extraordinaria familia que durante siete generaciones dio origen a más de cincuenta músicos de trascendencia, Johann Sebastian es considerado el último gran maestro del contrapunto, donde cada línea melódica es una composición autónoma superpuesta en forma melodramática a partir del movimiento y la tensión.

También fue repudiado por su carácter elitista —debido a que brindaba conciertos frente a personajes de las grandes cortes— o por que su música no respondía al nuevo gusto de la época, en donde la gran mayoría optaba por una forma menos intelectual y compleja.

Lo cierto es que Bach ha sido fuente de inspiración e influencia de músicos y compositores, incluso en nuestros días.

Sin ir más lejos el propio Beethoven decía que Johann Sebastián no debía haberse llamado "Bach —cuyo significado en alemán es “Arroyo”—, sino "Meer" — “Mar”—.

Falleció el día 28 de Julio de 1750, después de una intervención en uno de sus ojos realizada por un cirujano ambulante.

Fue inmortalizado en la obra del pintor Elias Gottlob Haussmann, un retratista oficial en Leipzig, denostado por repetirse en cada uno de sus retratos, para el cual Bach —se dice— tampoco habría sido la excepción.

En pleno siglo XXI, sus adoradores aseguran que el último legado se encuentra en el enigmático sistema de afinación que el propio Johann Sebastian ocultó en las filigranas de “El Clave bien temperado”.

Un misterio que aún quedará sin resolver.

©Ernesto Fucile | www.ErnestoFucile.com.ar

 
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